sábado, 29 de mayo de 2010

Paranoia numerada (parte final)

Comienzan a hablar del trabajo de María; tenía un trabajo estable y cómodo en una escuela cerca de su casa. Era profesora de literatura en la secundaria.

Pero ella pensaba en otra cosa, ¿Cómo podría María considerarse digna de vivir en esa casa? ¿Cómo se podría considerar digna de vivir en una casa con esa numeración?

Afirma el cuchillo entre los dedos, y lanza una puñalada hacia el costado de María que se encontraba frente a dos tazas de té. Se da cuenta y atina a esquivar, pero la otra ya había alcanzado su costado. María grita estrepitosamente y cae sentada en el suelo y apoyada contra la mesada, con los ojos desorbitados de terror y sorpresa.

Vuelve a darle otra puñalada, otra más y otra... A cada cuchillada, la sangre brota con más lentitud de las heridas de la chica, que no emite ya sonido y se encuentra tirada en el suelo, comenzando a manchar las baldosas con su sangre.

Dejando el cuchillo clavado sobre la espalda de María, ya inerte, abre su cartera y se dedica a leer su libro de Goethe, manchándolo con las manos ensangrentadas.

Ruido de sirenas, alguien toca el timbre. Ella se para a abrir. Introduce la llave, gira y abre. Entran dos policías, uno de ellos le pregunta:

- ¿Qué ha ocurrido?

- Acabo de asesinar a una traidora a la que consideraba mi amiga.

El policía se detiene un segundo a entender la respuesta, que María aprovecha para pegare con la mano cerrada en el estómago. El policía se dobla en dos, y entre jadeos la insulta. El otro, algo más rápido, la agarra de las manos.

Con dientes y manos, trata de zafarse del policía, y el otro ya recuperado y con ira, le pega con el bastón en la nuca.

Se encontraba en una habitación blanca y vacía, no había nada más que el libro de Goethe en un rincón. Se levanta y se acerca a la puerta, justo en ese momento, ingresa un hombre de blanco, con una corta barba ¿Sería el cielo? ¿O un sueño?

Luego de contemplarla un segundo, le pregunta:

-¿Cómo te encuentras?

-¿Dónde estoy?

-Eso no importa ahora, decime ¿Cómo estas?

- Bien, bien. ¿Hace cuanto estoy acá?

-Hace exactamente 17 horas-

- Como los dos primeros números de mi número…

- ¿Qué es eso de tu numero?

- El 1749 representa todo en mi misma, es mi forma de ser, de pensar, de sentir... Soy 1749, pienso como 1749 y siento como 1749. El número me habla, me da el sentido de mi vida. Porque solo yo soy digna de poseer ese número, es por eso que tuve que matar a mi amiga, ella creía que podía poseer ese número y tuve que colocarla en su lugar.

-Ya veo…-Dice el hombre mientras destapa una lapicera y mira una hoja de papel.

Entonces, en una letra temblorosa, pero clara, escribe: paranoia numerada.

miércoles, 26 de mayo de 2010

EL quinto piso

La música incoherente lo mareó,
y los truenos que despegaba el piano lo asustó.
No podía escapar del abismo.

El sollozo de un niño abandonado,
en ese cuarto de navegantes luces,
al que nunca le habían dado una puerta.

La desesperacion lo volvió loco,
le dió un puntapié al niño,
y con una silla la cabeza le rompió.

Golpeó con fuerza las teclas del piano,
sonó furioso,
con ímpetu lo desarmó.

Unas flores marchitas en un jarrón,
en la pared estrelló,
y la música que seguía aturdiendolo...

Rasgaba las paredes en busca de una salida,
pero en la ventana del quinto piso
encontró el consuelo que le quitaría la vida.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Paranoia numerada (parte 3)

Las cinco de la tarde, hora mas tranquila en las oficinas, la mayoría ya se va, y a ella le queda una hora para largarse, salir despavorida de esa boca de lobo.

Repara los archivos que ya están viejos mientras escucha un poco de música, lo que sea para relajar los nervios. Sus manos sobre el teclado, y a su lado un libro que compró el miércoles a la salida del empleo: “La novia de Corinto”, de Goethe. Le había atraído en un primero momento.

Mira el reloj, son las 17:48. Asombrada, deja automáticamente lo que estaba haciendo y se dedica a mirar el pequeño reloj que mostraba la barra del escritorio un su computadora. En unos segundos, el numero que marcaba las seis menos doce, paso a marcar las seis menos once. Contiene el aliento y escucha a todo su alrededor, no movía un solo músculo concentrada en la tarea de recibir alguna señal. Cuando el reloj marca menos diez, relaja todos los músculos e inhala profundamente, ya ha había pasado…

Por fin, sábado, se baja del colectivo y camina. Su amiga vivía a media cuadra de la parada del colectivo. Lo sabía porque había ido numerosas veces en su adolescencia.

Pero cuando va a tocar timbre, un shock la deja paralizada. Su amiga vivía exactamente en el numero 1749, no entendió como nunca se había dado cuenta. Se sintió muy estúpida. Superada la conmoción, toca el timbre y espera a que ella llegue.

- Hola María- habla, con falsa alegría.

- Bienvenida- le responde María inocentemente.- ¿Cómo has estado últimamente?

- Bien, un tanto deprimida, pero ya me va a pasar, no te hagas problema. ¿Paso?

- Pasá.

Las dos entran a la casa, iluminada por las ventanas abiertas. Se dirigen a la cocina y María se detiene frente a la cocina para terminar de preparar el té. Aburrida, y mientras la contempla, ella juega con un cuchillo haciéndolo girar entre los dedos.


Continuara...

(solo una vez mas).

lunes, 17 de mayo de 2010

Paranoia numerada (parte 2)

Está en el trabajo, en esa decadente oficina que detesta por sobre todas las cosas. Siempre frente a la computadora organizando expedientes quien sabe para qué. Taza de café en las manos; único consuelo para no caer muerta del sueño.

Nerviosa todavía, no hacia una semana de la entrevista, pero no la llamaron, y presentía que no la iban a llamar, y puta madre que este trabajo de mierda que nunca voy a dejar pero si no, no como.

Mientras seguía en la rutinaria tarea frente al monitor, recuerda su ridícula actitud cuando bajó del colectivo para mirar la numeración de las casas; patético. Pero quizás algo signifique ese número... No por nada estaba en mi bolsillo... Solo quizás.

Aprovecha la soledad de su oficina y comienza a buscar por Internet el posible significado de ese número "1749" al que no le encontraba sentido.

"Nacimiento de Gregorio Funes", "Nacimiento de Goethe": eso no le decide nada, pero mas no encuentra... entonces si ahí no estaba la clave, ¿Donde estaría? Una llamada interrumpe sus cavilaciones:

-¿Hola, María? ¿Cómo estás? esta bien, este fin de semana lo tengo libre, dale. Besos, chau, chau.- Su amiga María, hace mucho no la veía, meditó. El fin de semana la vería, aunque recién era martes...

Al otro día se levanta enferma y llama al trabajo para avisar que no iría: "El yang de la enfermedad", como le gustaba decirle. Cerca del mediodía se sentía mejor y decide levantarse. Ya no había fiebre y el dolor muscular se atenuaba. Decide salir a caminar después del almuerzo.

Por las calles de su barrio, se le dio por inspeccionar las numeraciones. Se coloca en una calle que cortaba a todas las demás al mil setecientos, y en cada una inspecciona si se encontraba ese número que la estaba volviendo loca. Parecía que las calles estaban en su contra, ninguna tenia el número 1749, todas lo salteaban, siempre igual. Sigue caminando mucho tiempo, buscando ese número en alguna calle, pero siempre la numeración escapaba a ese número.

De pronto se dio cuenta que la poca iluminación no le permitía ver el frente de las casas, y ya ni siquiera reconocía el lugar en el que se encontraba. Opta por tomarse un taxi hasta su casa: no pensaba perder mas tiempo encontrando el camino hacia su casa.

Aunque su búsqueda había sido totalmente en vano, ya no se preguntó por que idiotez lo había estado buscando, ya no más...

Continuará...

sábado, 15 de mayo de 2010

El cuerpo de Manhattan

Ojos saltones,
carne podrida,
las moscas en la sangre a la deriva...

El pecho cortado por ese vil cuchillo.
EL olor a podredumbre,
Y el cuerpo intoxicado por gusanos que lo cubre.

El cuerpo de Manhattan se reía,
de todo aquel que con horror lo veía.
Con su inmundicia que desprendía carcajadas.

El sol furioso,
lo carcomia,
desintegrando lo poco que tenía de vida.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Murmullo a la voz

Todo en vos es hermoso,
pero tu voz sin duda te marca,
esos susurros nacidos del alma
y de ternura angelical.

Tus palabras sugerentes las precede,
un ritmo de eléctricas redes,
ondas en armonía con tu exalación.

Esa voz fuirosa y a la vez preciosa,
de notas altas y tranquilas.
Una abrupta montaña,
imposible de escalar.

Pureza de tus pulmones,
calor de tu sangre,
tienen una decicíon
al a que nada se opone.

El arrollo se avergüenza,
el viento se ofende,
los pajaros se ocultan.
Es tal la vitalidad que desprendes.

Tu tono por encima de los demás,
me dejan un escalofrío que me altera,
y me energiza de una manera,
que no puedo evitar admirar.

sábado, 8 de mayo de 2010

Paranoia numerada (Parte 1)

Llega a su casa después de su tan cansador día en ese trabajo de mierda que siempre piensa en dejar. Destruida, solo piensa en una cosa: una tranquilizante ducha bajo el agua caliente. Cuelga el sobretodo en el perchero y se dirige al baño, se saca el buzo, la remera, el corpiño, y cuando se saca los pantalones, un papel cae al suelo. Por pura curiosidad, lo levanta y lo mira. Era simplemente un número que no le decía nada: "1749". Lo guarda en el bolsillo del buzo porque no tenía donde tirarlo. Se termina de desvestir y entra en la ducha. El calor del agua le descongela las orejas gélidas por el frio del exterior. Regula la temperatura y se sume en una tranquilidad única de los baños de agua caliente.
Cierra las canillas, sale por detrás de la cortina y agarra un toallón siempre preparado para después de bañarse. Se pone el pijama agujereado de todas las noches y sale del baño. Prende la estufa, acerca las manos para que se calienten y empieza a pensar que va a comer. Prefirió algo rápido para acostarse temprano, estaba agotada. Después de calentar y comer la breve cena, apaga las luces, se encierra en su pieza y se acurruca bajo las sábanas.


Se levanta a las nueve del otro día más agotada aún;todabía dormida, se empezó a preparar para la entrevista. Piensa que si lograba encontrar un mejor trabajo, mejorarian mucho las cosas. Se sube al colectivo que venía semivacío; tenía una hora de viaje. Se sienta en uno de los últimos asientos, en uno doble, vacío. Se pone a juguetear con el cordón del buzo y mira en los bolsillos. Encuentra un papel e inmediatamente recuerda la escena del día anterior. Aburrida, dobla el papel en cuatro partes, lo desdobla, lee una y otra vez el número, lo memoriza, intenta relacionarlo con algún hecho... Nada, mira la altura a la que está; Micos al mil quinientos. Ella tenía que bajarse al mil novecientos.
Por un instinto que no pudo evadir, baja al mil setecientos. Comienza a caminar mirando la numeración de las casas. Mil setecientos trinta y cinco, mil setecientos cuarenta y tres... Pero al ver que el número mil setecientos cuarenta y nueve no estaba, se desiluciona extrañamente ¿Cómo podría desilucionarse por una casa que ni siquiera tenía intención de visitar? Sigue su camino a las oficinas pensando por qué habia hecho tal idiotez...

Continuará...

domingo, 2 de mayo de 2010

Poema sin final feliz

La lluvia intensa de sal,
quema la piel y no lava.
Mi casa ya no esta acá,
es una balsa que hoy no me espera.

Los rayos del sol,
me queman la vitalidad.
Lucho con fuerza,
pero las cadenas no me dejan respirar.

Montaña de cuerpos,
con dulce olor,
me abrazo a ellos y confieso mis miedos,
cuando el aterdecer empieza a desaparecer...

El dolor se viste de sueño,
extraño fin para tu orgullo.
Las capas de hojas te pesan,
y tu boca entreabierta se seca.

Un gato maulla en la terraza...
y este triste poema,
sin final feliz.