jueves, 29 de julio de 2010

Él viajo en dos asientos de un mismo coche

Una pierna sobre el suelo del coche y la otra sostenida por la rodilla contra el asiento delantero. El hombre dormitaba en espera de la siguiente canción. Nevermind; se acabó el sueño. Se incorporó en el asiento y apoyó la frente sobre la ventanilla formando marcas de aliento sobre el helado vidrio, que desaparecían para dejar lugar a una nueva marca. Las manos unidas en un intento de atrapar el poco calor sobre el frío reinante dentro del auto.

Allí fuera, vacas silenciosas observaban la ruta mientras pastaban, y ella le devolvía la mirada ciega de la humanidad. Árboles secos añoraban calores que tardarían en venir y una continua valla que nunca moría.

El cielo nublado ya no soportaba su inmensa blancura y rompió a llover. Las gotas estallaban sobre la ventana del coche, y sus cuerpos caían lentamente perdiéndose en la ruta.

En tan solo segundos, el paisaje dejó de ser lo que era y se transformó; la lluvia cambió el agua por ácido. Que aunque al coche parecía no dañarlo, el pavimento de la ruta comenzó a deshacerse y a huir hacia las profundidades.

De pronto el automóvil se encontraba sobre un camino de estéril tierra. Las vacas comenzaron a mugir frenéticamente, se impulsaron con sus patas delanteras y se irguieron sostenidas por las traseras. La eternidad del momento fue rota por las patas de las vacas que se vencieron y quebraron produciendo que la sangre de sus cuerpos fluyera regando el pasto verde, que se iba tiñendo de rojo y perdía el verde para ser un amarillo opaco. Todo era amarillo y rojo. Hasta el cielo fue teñido por la sangre que no dejaba de salir, en una hemorragia incesante.

Los árboles temblaban, como si los recorrieran espasmos de vida. Poco a poco, comenzaron a caer como cortados por un hacha invisible.

Asustado pero seguro en su fortaleza de metal, el hombre quitó su mirada del vidrio y la dirigió al conductor:

- Mire allí fuera. Esta muriendo todo.

El conductor se volvió para mirarlo, sus ojos estaban hinchados y no paraban de correrle lagrimas de los ojos, de su rostro se escapaba un brillo de locura. Su voz era neutra y tenía un tono andrógino:

- Llegará el tiempo en que la lluvia lave la sangre de la tierra y ahogue a las vacas ansiosas de morir.

- ¿Volverán los árboles a crecer?

El conductor sonrió en una expresión enferma que se borro con una mueca de dolor.

Una pequeña risa deformó su rostro, en una voz seria lo alertó:

- No deberías tomarte descansos si conduces.

Sin darse vuelta y sin perder su expresión, bruscamente hizo sonar la bocina sobre el volante.

El hombre comienza a nadar en un mar de aire y cristales, para estrellarse contra el pavimento.

jueves, 15 de julio de 2010

Viento Sur

La vereda forjada hace tanto tiempo,
conserva su calor de hierro edurecido.
La carretera que algun día se construyó,
esa misma, la que nadie al fin, usó.

Tu, el ultimo habitante de ese pueblo,
al que perteneciste y fue olvidado,
junto con la carretera,
en la que ahora reposas recordando...

Flecha azul de madera,
fuego que quema,
llama dura,
sangre seca.

Dejaste el pueblo que nunca fue visto,
caminas por la ruta,
te agota la distacia,
es tanto lo que buscas...

Sos una grieta en el camino,
andas sabiendo que para vos no tiene fin.
No verás a nadie en la vera,
solo hasta morir.

A lo lejos se vislumbran cabellos,
debe ser el angel, ha vuelto.
Sus manos saludan tu cuerpo dormido,
sobre el asfalto candente que anuncian el frío.

Tus ojos se cierran de paz,
soy yo el que me acerco,
de negro vengo a tu tumba.
Ya no imploras, buscas el Sueño.

Tu aliento ya es viento,
vuelve a la profundidad de la selva.
El cielo riega la tierra,
ahora que tu formas parte de ella...