lunes, 23 de diciembre de 2013

Mr. Sky mira al cielo

  Mr. Sky mira al cielo pensativamente, sabiendo que probablemente iba a tener que responder ese test. “No se si el test funciona o no, pero de los ocho operarios a los que se lo han realizado, todos han huido”.
  No puede quitarse la imagen del investigador, que anula toda su motivación. Está melancólico: ¿Qué le diría? ¿Por qué habían huido los demás operarios?
  Termina su turno y deja lo que está haciendo. Nunca le gustó demasiado  su trabajo, era muy sucio y arriesgado. Se dirigió lentamente a la cafetería sumergido en sus pensamientos. No tenía noción de lo que lo rodeaba, la preocupación era tal que no le daba margen de réplica.
*   *  *
  El hombre camina por el patio de la fábrica con toda la vestimenta típica de un investigador; no le molestaba que lo reconocieran en sus horas de trabajo.
  Algo le turba la mirada: “a este paso jamás conseguiré los resultados a tiempo” piensa. No se podía explicar semejante pánico por parte de los operarios. “No hay nada inaudito en estas preguntas.” Recuerda las fotografías de las personas a las que debía entrevistar “Miradas completamente normales.”
  Saca de un bolsillo un cigarrillo y un encendedor. Luego de varios intentos, enciende el cigarrillo y continúa la marcha. “Lo mejor será que al próximo le haga el test en alguna celda o habitación cerrada. Sí, eso tiene que ser lo mejor”. El investigador mordisquea el filtro del cigarrillo “Voy a hablar con el director”.
*   *   *
  Mr. Sky pensativo.
  Mr. Sky frente a un café.
  Mr. Sky mira su café y sumerge los pensamientos en el líquido marrón; “A lo mejor cundió el pánico cuando en realidad de ningún peligro se trate”.
 Mr. Sky sorbe su café.
  Mr. Sky se quema con su café. “lo mejor será hablarlo directamente con el director.” No se molesta en terminar su bebida y la abandona sobre la mesa de la cafetería. Con paso decidido toma el pasillo exterior, mira el cielo una vez más, y cuando se disfonía a doblar un codo de la fábrica choca contra otra persona.
-Lo lamento- se adelanta Mr. Sky antes de saber quién era su receptor.
-No es nada- responde el investigador.
  Con nerviosismo Mr. Sky lo reconoce y duda entre correr en dirección al despacho de su jefe o hacia la salida de la empresa.
  Descubriendo el temor en la mirada de Mr. Sky, el investigador lo retiene:
-¡No se vaya!
*  *  *
  El investigador camina por la fábrica extrañado de la repentina soledad de las áreas de trabajo “¡Ah! debe ser el horario de receso”. Se entretiene pateando una piedra en el camino al despacho del director. Saca un papel con la lista de personas a entrevistar “gentes de lo más común” piensa; aún se niega a entender cómo pudieron todos haber huido.
  Dobla un codo de la fábrica y cuando se para a buscar la puerta a la que debía dirigirse, siente cómo alguien lo empuja desde atrás.
-Perdón- escucha.
 Al voltearse recuerda en el operario un rostro que debía investigar. “De lo más corriente” piensa. Viendo en su cara miedo, teme que escape:
-¡No se vaya!
  El operario da media vuelta y corre por el pasillo. Intenta alcanzarlo pero éste corre más rápido y pronto lo deja atrás. “Me despedirán”. En un acceso de desesperación grita:
-¡Atrapen a ese hombre!
  De una habitación al oír los ruidos abren una puerta. El operador no llega esquivarla y su frente da de lleno con el borde metálico. “esto es peor de lo que imaginé, no solo escapan ocho, si no que uno también va al hospital.”
*  *  *
  Mr. Sky corre por el pasillo en dirección a la salida. Escucha que el investigador intenta detenerlo pero ni piensa en detenerse.
  En una fracción de segundo en que no llega a reaccionar ve frente a él una puerta abriéndose.
 “A lo mejor se esparció un temor infundido”.
  Pero era demasiado tarde y ya se encontraba en el suelo manado sangre de la cabeza y dirigiendo una última mirada al cielo.
  Luego la nada.

  Mr. Sky se encuentra en una habitación de cortinas blancas.
  Mr. Sky mira la habitación en la que se encuentra: las paredes son blancas.
  Mr. Sky se libera de los últimos rastros del sueño, junto con las sábanas blancas en un ademán.
“Maldigo el día en que ese investigador llegó a la fábrica. Lo más probable sea que me esté esperando fuera.”
  Intentando ser lo más silencioso posible, busca alguien dentro de la sala, o un botón de esos que había visto en las películas con que se llama a los doctores y enfermeros.
  Como nada de eso encontró, prefirió esperar en silencio antes que verse atosigado por el extraño de las preguntas.
*    *   *
  Informe:
  Del total de 10 (diez) trabajadores de la fábrica “Gonzales e hijos” a los que debía realizar un test, 8 (ocho)  se encuentran desaparecidos, 1 (uno) fue mandada al hospital provocando la cancelación de las tareas y, por lo tanto, de la indagación al restante.
Comentario personal:
  Aún no logro entender que provocó los incidentes ni por qué se habrán negado los operarios a tan simples preguntas.
  Después de todo, no es algo de esperarse de personas tan mundanas, y esos rostros eran demasiado usuales como para horrorizarse por algo.
  El investigador imprime la hoja que acaba de escribir, enciende un cigarrillo y obliga con la mirada a que la impresora trabaje más rápido.
  Cuando la hoja sale, la toma y sale de su despacho.
-Con las cosas que uno encontraría en cualquier despacho- siempre se excusaba.
  Recorre pasillos, abre puertas, baja escaleras hasta que por fin da con la oficina de su superior.
  Confiado de que a esa hora todavía no se retomaba el trabajo en el edificio. Entra sin tocar la puerta, sólo para encontrarse a su superior leyendo el diario con un plato de ravioles delante y un tenedor en la mano.
-Adelante, adelante- dice el director irónicamente.
-Discúlpeme usted, pensé que no estaría aún y venía a dejarle un pequeño informe de la situación de ese temita que estamos tratando.
-¡Ah, sí! ¿Cómo va eso?
-No muy bien,  señor: ocho operarios (todos con un aspecto de lo más estándar), asombrosamente escaparon y uno se encuentra en el hospital. A éste pienso ir a visitarlo mientras se encuentre allí.
-Muy bien, muy bien, no pierda tiempo. Vaya ahora mismo.
-Sí, señor.
  Adelanta el pie izquierdo y la mano derecha para estrechársela. El director suelta el tenedor y se la tiende. Dando media vuelta, el investigador abandona la habitación y se dirige al hospital.
   Al llegar lo atiende una recepcionista muy joven que se notaba aburrida:
-¿Que desea señor?
-Necesito ver a Melomeran Sky.
La recepcionista le pide que repita el nombre y él se lo deletrea. Luego de varios inconvenientes (el investigador no se decidió si la recepcionista era medio sorda o lo molestaba por puro aburrimiento), le dijo el número de habitación y le rogó que guardara silencio en los pasillos.
  Mirando hacia los lados con la sensación de que estaba haciendo algo incorrecto, le investigador entra a la habitación (de paredes, cortinas y sábanas blancas) donde encuentra a Mr. Sky.
-Señor Sky, ¿Cómo se encuentra?- pregunta el investigador fingiendo preocupación.- Debo hacerle unas preguntas. Será cuestión de unos minutos.-
-¿No ve que necesito reposar?- el color comienza a subirle a la cara por la ira.- ¿No ve que estoy acá por su culpa?
-Te entiendo perfectamente, Melomeran (espero que no te moleste si te tuteo). Pero este asunto es de verdadera urgencia y sos el único operario cuyo paradero conozco realmente.
-Señor…
-Rodrigo, llamame Rodrigo.- Se apuró a completar el investigador
-Señor Rodrigo. ¿No podría esperar hasta mañana para hacerme ese bendito test?
-Por supuesto que no.- Rodrigo toma asiento.- no me voy a mover hasta que no respondas estas preguntas.
  El investigador sintió como poco a poco iba acorralando a su víctima. “Alguien tan ordinario como encontrar pelo en la cabeza.”
-Al menos déjeme ir al baño.
-Te espero.
*  *  *
  A los minutos, un médico entra la sala de espera y, sin decir palabra, le sujeta con una mano el mentón y con una pequeña linterna va de un ojo al otro del paciente. Suelta la linterna sobre una mesa próxima, vuelve hasta la cama y comienza a sacarle el vendaje que tiene en la frente.
  Mr. Sky hasta ese momento no se había percatado del vendaje en su frente, y mirando al cielo por la ventana de la sala, pregunta:
-¿Es muy grave doctor?
-Nada que deje marca.- El doctor echa una risita- hoy a la noche le hacemos unas placas y mañana al mediodía usted está en su casa.
  El médico había terminado de sacar el vendaje y estaba colocando uno nuevo.
-¿Le puedo pedir un favor? – Pregunta nervioso Mr. Sky.
-Dígame
-¿Puede fijarse si en el pasillo se encuentra una persona con un sobretodo de cuero y un sombrero de copa negro?
  El doctor pasa un dedo sobre la cinta esterilizada que acaba de colocar, y se dirige a la puerta. Abre, mira hacia un lado, el otro, y la cierra.
-Dos ancianos y una embarazada, nadie amenazante.- El médico parecía haber tenido un buen día.- ¿Se puede saber por qué?
-Esta persona que le describí.- La voz de Mr. Sky había tomado un tono de confidencia.- Está buscándome y quiere hacerme algo malo.
  “Quizás, verdaderamente no sea para tanto” pensó. “Aunque más vale sacármelo de encima.”
-No se preocupe. Nadie entra acá sin mi autorización.
-Muchísimas gracias.
  El doctor da una palmadita en la espalda a su paciente y sale de la habitación.
  “Por fin solo otra vez.” Mr. Sky junta sus manos sobre su pecho y piensa en que haría al día siguiente. “Lo más seguro sea buscar un empleo tranquilo, por menos dinero que me ofrezcan.” Mientras meditaba el asunto, otra persona abre la puerta y entra a la sala: era el investigador.
-Señor Sky, ¿Cómo se encuentra?- pregunta el investigador preocupado.- Debo hacerle unas preguntas. Será cuestión de unos minutos.-
-¿No ve que necesito reposar?- Mr. Sky comienza a enojarse y el color le sube a la cara.- ¿No ve que estoy acá por su culpa?
Mr. Sky sigue con la cara roja, pero ahora a causa de la vergüenza que le causo su último comentario.
-Te entiendo perfectamente, Melomeran (espero que no te moleste si te tuteo). Pero este asunto es de verdadera urgencia y sos el único operario cuyo paradero conozco realmente.
-Señor….- Duda Mr. Sky
-Rodrigo, llamame Rodrigo.- Se apuró a completar el investigador
-Señor Rodrigo. ¿No podría esperar hasta mañana para hacerme ese bendito test?
-Por supuesto que no.- Rodrigo toma asiento.- no me voy a mover hasta que no respondas estas preguntas.
  Mr. Sky se volvió a sentir acorralado otra vez frente a ese investigador. Tenía que hacer tiempo a que regresara el médico.
-Al menos déjeme ir al baño.
-Te espero.
  Ya dentro del baño  aprovechó para orinar, lavarse las manos, cara, cuello y, cuando se estaba pasando una toalla (blanca también) por la cara, escuchó al otro lado de la puerta:
-¿Nosotros nos conocemos?
-¿Quién lo dejó pasar acá?
  Era la voz del médico. Mr. Sky sintió un profundo alivio.
-La recepcionista… Y es el horario de visita…- La voz del investigador sonaba nerviosa.
-Hágame el favor de retirarse, el paciente necesita descansar. Mañana por la mañana ya estará en su casa.
-¿Mañana?
  El silencio que siguió a continuación dio a entender que el médico se lamentó por hablar de más.
-Sí, mañana… Y ahora hágame el favor de salir de mi vista.
 Se escuchó una puerta al abrirse y luego al cerrarse. “Ya pasó”. Mr. Sky sale del baño y se encuentra con la habitación vacía. “Habrán salido juntos.”
*  *  *
  El investigador espera a Mr. Sky, cuando un médico repentinamente entra a la sala. Su mirada parecía reconocerlo de algún lugar.
-¿Nosotros nos conocemos?
-¿Quién lo dejó pasar acá?
 Al doctor parece no importarle lo que el investigador tenga para decirle, por lo que intentó excusarse:
-La recepcionista… Y es el horario de visita…- Se está poniendo nervioso.
-Hágame el favor de retirarse, el paciente necesita descansar. Mañana por la mañana ya estará en su casa.
-¿Mañana?
   La perspectiva de que podría obtener su dirección e ir al otro día directamente a su casa (seguramente de lo más típica) lo puso contento. El médico parece darse cuenta y su cara lo hace notar.
-Sí, mañana… Y ahora hágame el favor de salir de mi vista.
  Tomando el picaporte y abriendo la puerta, el médico lo invita a salir. El investigador sale y el doctor cierra tras de sí.
  Fuera del hospital enciende un cigarrillo “no va a quedar otra alternativa más que esperar hasta mañana.

  Sabiendo que Melomeran probablemente no le abriese si él tocase timbre, el investigador se sienta en las escalinatas de una casa al otro lado de la calle, vestido de civil.
  Pasan las horas y nadie entra o sale de la casa. “Puede que aún no haya salido del hospital. Aunque no creo, no se lo veía grave a Mr. Sky.” Enciende un cigarrillo, se levanta de la escalinata y dobla en la primera calle para tomar el colectivo.
  “Gentes de lo más normal”
*  *  *
  Mr. Sky en un asiento, en un avión.
  Mr. Sky acomoda un bolso bajo sus pies.
  Mr. Sky mira al cielo pensativamente, sabiendo que probablemente no volvería a su ciudad natal.
 

 



sábado, 28 de septiembre de 2013

Cuatro piezas para Cuarteto de Maderas

Una composición mía de este año, 2013 para Flauta traversa, Clarinete en Bb, Oboe y Fagot.
Audio de las cuatro piezas  (Audio hecho con Finale 2011)

Acá les dejo las partituras:
Partituras de las Cuatro piezas

Para pedir las particellas enviar un mail a hardmeierluca@gmail.com

viernes, 28 de junio de 2013

La cima del propio ser

Llegué a creer que lo único que me ataba a la humanidad,
era el pecado de la soberbia.
Llegué a pensar que lo único que necesitaba de los demás,
eran sus alabanzas.
Llegué a buscar otras personas que se me parecieran,
para amarme en otra carne.
Llegué a encerrarme en la soledad orgullosa,
del que cree saberlo todo.

Miré a los ojos de los demás,
y encontré mi reflejo en sus pupilas.
Tuve millones de amigos,
para poder sentir mucha compasión.

¿Y ahora?
Siento nostalgia de todo eso.
Desde que llegaste para socavar mi cielo de seda.
Suave, perfecto, inflamable...
Me desvestí para sentir lo que era el calor,
y me hundieron un atizador en el pecho.

Siento la ausencia de alguien,
profundo...

El problema es que no sé quién es ese alguien.

O si lo hay.

jueves, 6 de junio de 2013

Ostinato

  El sonido de un mouse cliqueando incesantemente; dos clics - pausa- dos clics- pausa...-
  Día nublado, aunque no por eso una excepción. La resolana se atenúa por gruesas cortinas sintéticas que cuelgan hasta casi rozar el suelo.
  Ningún otro ruido, ningún otro sonido; tan solo los dos clics y la pausa y los dos clics y la pausa que se repiten infinitamente.
  Un adulto- o un niño, dependiendo el siglo en que esto esté leido- de ojos irritados y boca abierta. Tiene la mirada fija en un monitor. Dentro de él una ventana con las tres opciones: "Piedra", "Papel" y "Tijeras".
  El cursor se mueve hasta la opción "Tijeras". Automaticamente el programa lanza una respuesta al azar: "Tijeras". Y luego otro cartel "Empate: ¿Desea volver a jugar?".
  El cursor se mueve hasta el "sí".
  Dos clics - pausa- dos clics- pausa...-
  Quizás siga hasta la hora de la comida.
  Y si bien es imposible escribir más de una frase a la vez, durante todo momento del relato se deberá imaginar los dos clics y las pausas, y aún cuando dé vuelta la página de este libro, lo cierre, o esté trabajando en su propia rutina.

martes, 16 de abril de 2013

Si fumo


Tabaco, tabaco, tabaco
una bocanada que merma tu vida
jeringa entre dos dedos

Si fumo este cigarrillo
su estela se perderá adentro mío
pero las hojas que besan el filtro
no son lo mismo

Las colillas sembradas en el pavimento
caricias del viento les dan un latido a su alma
fríamente, indiferentemente

El plomo caliente hace arder
las hojas que besan el filtro
que esperan para morir; nada las atraviesa

Si acuno droga en este papelillo,
las hojas primeras en caer
sabrán de su destino ardiente y sin aliento

Y no hay nada peor que arder sin aliento...
arderse, consumirse, desaparecerse
sin esa bocanada que drene su vida.

jueves, 21 de marzo de 2013

Escena en blanco


  Me gustaría decir que mi madre murió al darme a luz, y que mi padre no me crió, que me dejo a merced de la vida mientras el nadaba en llanto y alcohol.
  Me gustaría decir que mis hermanos abusaban de mí, me violaban, que de chica era gorda y nadie se me acercaba en el colegio, que escapaba llorando de las clases.
  Diría: "¡Ustedes no saben lo que es vivir mi vida, ponerse en mi lugar!". Podría alegar: "Nadie acá conoce el frío de las calles cuando te tenés que levantar temprano a hurgar en la basura." o "Alguna vez quise tener un amigo..."
   Nada de eso pasó y tengo ante mí muertes de las que me hago responsable. Por eso ahora, aún con el arma caliente en mis manos, no encuentro justificativo para lo que hice.

lunes, 18 de marzo de 2013

Anhelo


  Pido perdón, ante todo, por esta terrible pérdida de tiempo. Usted quizás ni siquiera se lo plantee, lo estime, lo vea necesario.
  Tampoco me tema, nuestra raza no es tan hostil como se hace ver en leyendas, simplemente tenemos hambre. Pero en mi caso hay otra cosa que me incomoda,que me deja inquieto. Cada vez que voy a buscar una víctima a su hogar, y después de vaciarla por completo, suelo encontrarme frente a un espejo. ¡Criaturas ególatras! sus cadáveres sangrantes lucen perfectos en el reflejo del aluminio, mientras que yo, aún sosteniendo sus cuerpos, veo sus figuras suspendidas.
  ¡Nunca podré conocer algo tan simple y cercano como yo mismo! Recuerdo a mi padre, a mi madre, y reconstruyo mi imagen a través de ellos. Paso horas tocándome el rostro, preguntando por los detalles en mi piel, buscando alguna sombra en el reflejo de mi copa.
  Una de mis últimas vícitimas fue una niña pecosa... ¿Tendré pecas? Su mirada de narcótica muerte me embelesó.
  Al instante me produjo ira; comencé a rasgar la delicada imagen, el pecoso rostro refractario que no tardó en descascararse dejando florecer la sangre de sus pómulos.
  Un charco de sangre inundó el suelo; persiana baja, encendí las luces. En el rojo fluido vi el reflejo de un ventilador de techo, un avión de papel y las mohosas paredes del rincón. Me acerqué hasta que mi nariz casi rozó el líquido, cada vez más opaco que empezaba a coagularse. Sólo se que mis ojos se vuelven más oscuros cuando lloro, o al menos eso dicen de mí.

  A veces siento el impulso de desollarme el rostro, pero al instante caigo en que solo podría ver una capa deformada de lo que ya no sería.

viernes, 11 de enero de 2013

Descanso

Se sorprendió despertándose con los ojos desorbitados que observaban los surcos del cielo raso.
  Manchas de hongos que plagaban las esquinas del techo, a través de infinitas grietas que dejaban pasar agua de lluvia. La persiana estaba levantada, pero no podía guiarse por la luz del sol, ya que estaba demasiado nublado como para adivinar hace cuanto tiempo dormía. Tampoco tenía reloj, hacía mucho había tomado la decisión de dormir lo que necesitara, y no comenzar a hacer cálculos de horas dormidas y tiempos de siesta y madrugadas de insomnio.
  Percibía sus sábanas, desteñidas de usar tanta lavandina, con una agujero a los pies, que

  Se volvieron a despegar sus parpados en una oscuridad absoluta.
  No podía imaginarse como estaba acostado; apenas podía percibir la diferencia entre estar dormido y despierto, en una oscuridad que iluminaría la estrella más lejana.
  Sin embargo hadas blancas se paseaban frente a sus ojos, de algún recuerdo de cristales limpíos. Cada vez los dibujos se multiplican y, en algún momento, se transformaron lentamente en sueños.

Sus ojos dejaron, de a poco, que la luz entrara.
  Recostado boca arriba, con apenas fuerza para girar la cabeza. Vio los rayos de sol  que atravesaban la persiana baja e imprimían su imagen del lado donde él se encontraba. Vio la pared, con sus líneas amarillentas de luminosidad y quiso levantar una mano para tocarla. La luz se iba...

  Sintió estar despierto, pero no abrió los ojos.
  Simplemente tenía tanto sueño que le bastó con saber que aún se encontraba en su casa, entre sus paredes. Que todavía algún auto se destrozaba en los adoquines, y que por sus párpados aún corría sangre.

  Miró su habitación a través de un ojo.
  Todo se veía acomodado; se había prometido ordenarla la última vez que se acostó en su cama. La persiana estaba baja otra vez y una luz blanca casi muerta...

  Despertó.

  Sintió.

  Escuchó.

  Vislumbró.

  Miró.

  El ruido de alguna bomba lo sobresaltó e hizo que se incorporara de un salto; había dormido miles de años
olvidando el poder que le había dado al hombre.