miércoles, 29 de julio de 2015

Un parto indeseado

  Una madre estaba por dar a luz; hasta ese momento, nada había cambiado. Pero cuando la partera logró sacar al bebé, notó algo que, en otras circunstancias, habría sido totalmente normal.
  Inmediatamente la partera alegó que el bebé debía ser colocado en una incubadora por una complicación en el parto; ni siquiera dio tiempo a su madre para verlo.
  Dejó al niño (o niña) en una sala de emergencias post-parto y se fue a buscar a su superior. Inmediatamente lo llevó a la sala y le dio un informe detallad: presión normal, respiración constante, pero una pequeña anormalidad: el niño había nacido con ropa interior (aparentemente blanca) teñida con la sangre de su propia madre. El hecho inexplicado fue llevado al circulo superior del hospital.
  Sin dejarlo trascender más, se le ordenó a la partera anunciar a la madre que su hijo no sería devuelto hasta no superarse cierta anomalía.
  Los médicos dejaron sus tareas y comenzaron a elaborar hipótesis para el caso; la consumición accidental de algodón, uso de condones de tela, una operación y la caída del paño para secar la frente del cirujano, supositorios de hilo, etc.
  Nada llevaba a una solución clara. Resolvieron investigar directamente al niño. ¿Y si quitarle el calzoncillo le provocara la muerte? Un acostumbramiento tal (desde siempre) a un objeto podría causar una desestabilización, ¿y si no hallaban causa alguna? ¿Sería un misterio adjudicable a Dios (¿Qué clase de milagro era ése?) o se descubriría la farsa? Un caso difícil de develar y que probablemente no volvería a ocurrir.
  A la mañana siguiente inventaron un diagnóstico a la madre y le devolvieron el niño sin su ropa interior. la ropa fue quemada y tirada en un contenedor común.
  Este niño nunca existió, pero estoy seguro que ningún médico daría a conocer un suceso que pusiera en riesgo su oficio, su estabilidad mental y las leyes que ordenan el mundo.

Capricho

Quisiera hoy
en este momento
escribir un poema
que lo lleve al llanto.

Y entonces invento
un hombre que muere joven
sin conocer el mar
y entonces creo
una niña sin padres
que no la mandaban
a dormir temprano.

Pero busque, señor lector
que estas cosas no se lloran en los libros
sino en la calle
o en el patio de su casa
mientras riega un clavel
que le da pena
pero usted llora por la niña y el clavel es la niña
aunque las plantas nunca hayan tenido padres
usted ríe
como un tonto
por la ocurrencia
y alimenta su perro
que morirá joven
y nunca lo llevó a San Clemente
porque en el coche se ponía inquieto.

Quizás ahora piense
que el clavel
quiso dormir temprano
y el perro ver el mar
pero es usted el que extraña los veranos en San Clemente
sin perros y sin claveles
donde en las noches
excitado
dormía solo si se lo ordenaban
y el llanto
tan lejano ahora
con un recuerdo que no es suyo
se lo haré llegar
atragantándolo con pan.