sábado, 13 de noviembre de 2010

La ultima visita al hospital.

  Estoy en la misma sala de espera, como ayer, como el mes pasado, cono el año pasado... Su estado mental es muy vulnerable. Día a día espero el momento en que salga por la puerta y volvamos a nuestro hogar.
  Un médico se me acerca y me dice que allí dentro quieren hablar conmigo.
  Mi mente esta totalmente saturada. La carga económica y la tensión de saber que su vida pende de un hilo, hace tiempo que no me ha dejado dormir.
  Paso frente a un espejo, las ojeras se me marcan profundamente y en mi frente arrugada se vislumbra cansancio. Mis ojos, inyectados, están cansados de llorar.
  Giro el picaporte y entro a la sala donde me la encuentro postrada en una camilla. La imagen me lastima el alma: ojos vacíos que miran a la nada, intravenosa en su brazo derecho y un respirador artificial. Su piel, amarillenta, parece irse pudriendo. Un hilillo de baba se le escapa de la comisura de sus labios, que han perdido todo su color.
  Me aproximo y pienso que no me escucha, pero cuando llego a su lado me habla con una voz ronca:
- ¿Te quedaste a dormir en la sala de espera?
- Si.- Le respondí, incómodo.
- Mi...- Toce y tarda unos segundos en recuperarse.- Mi enfermedad no avanza, pero tampoco retrocede.
 Las palabras me produjeron una puntada en el pecho. De repente, se puso seria.
- Escuchame.- Parecía haber recuperado algo de las energías.- Tenes que dejarme, tenes que retomar tu vida.
- ¿Cómo? No podría abandonarte aquí.- Estaba inseguro.
- No es cuestión de lo que quieras.- Se tomo su tiempo para recuperar el aire. Estaba agitada.- No podes seguir pasando tus días en esa sala de espera. Mi vida de mierda está contaminando la tuya. Por favor, dejame, no vale la pena.- Mi corazón parecía detenido.- Sabemos que nunca voy a salir de este lugar, que me voy a morir viendo estas paredes blancas.
  "Pensé desde hace mucho en esto, Funes.- El escuchar mi nombre me produjo escalofríos.- Estoy rota, solo quiero morir en paz. Y no puedo soportar verte así, si volvés al hospital, no voy a dejarte entrar. No te quiero ver nunca más.
  Con los ojos llenos de lagrimas me di vuelta y salí de la habitación sin despedirme. Sus palabras fueron como puñaladas en mi pecho, pero una parte de mí comenzaba a aliviarse. Mientras voy por el pasillos, escucho un alarido de dolor que proviene de la habitación. Dos enfermeros entran rápidamente y yo sin poder soportarlo hecho a correr...
   Fuera las nubes cubren el cielo en su plenitud. Presiento que para siempre voy a tener que soportar, estas inmensas ganas de querer morirse, de no poder parar de llorar.

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