Ojos saltones,
carne podrida,
las moscas en la sangre a la deriva...
El pecho cortado por ese vil cuchillo.
EL olor a podredumbre,
Y el cuerpo intoxicado por gusanos que lo cubre.
El cuerpo de Manhattan se reía,
de todo aquel que con horror lo veía.
Con su inmundicia que desprendía carcajadas.
El sol furioso,
lo carcomia,
desintegrando lo poco que tenía de vida.
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