Llegué a creer que lo único que me ataba a la humanidad,
era el pecado de la soberbia.
Llegué a pensar que lo único que necesitaba de los demás,
eran sus alabanzas.
Llegué a buscar otras personas que se me parecieran,
para amarme en otra carne.
Llegué a encerrarme en la soledad orgullosa,
del que cree saberlo todo.
Miré a los ojos de los demás,
y encontré mi reflejo en sus pupilas.
Tuve millones de amigos,
para poder sentir mucha compasión.
¿Y ahora?
Siento nostalgia de todo eso.
Desde que llegaste para socavar mi cielo de seda.
Suave, perfecto, inflamable...
Me desvestí para sentir lo que era el calor,
y me hundieron un atizador en el pecho.
Siento la ausencia de alguien,
profundo...
El problema es que no sé quién es ese alguien.
O si lo hay.
viernes, 28 de junio de 2013
jueves, 6 de junio de 2013
Ostinato
El sonido de un mouse cliqueando incesantemente; dos clics - pausa- dos clics- pausa...-
Día nublado, aunque no por eso una excepción. La resolana se atenúa por gruesas cortinas sintéticas que cuelgan hasta casi rozar el suelo.
Ningún otro ruido, ningún otro sonido; tan solo los dos clics y la pausa y los dos clics y la pausa que se repiten infinitamente.
Un adulto- o un niño, dependiendo el siglo en que esto esté leido- de ojos irritados y boca abierta. Tiene la mirada fija en un monitor. Dentro de él una ventana con las tres opciones: "Piedra", "Papel" y "Tijeras".
El cursor se mueve hasta la opción "Tijeras". Automaticamente el programa lanza una respuesta al azar: "Tijeras". Y luego otro cartel "Empate: ¿Desea volver a jugar?".
El cursor se mueve hasta el "sí".
Dos clics - pausa- dos clics- pausa...-
Quizás siga hasta la hora de la comida.
Y si bien es imposible escribir más de una frase a la vez, durante todo momento del relato se deberá imaginar los dos clics y las pausas, y aún cuando dé vuelta la página de este libro, lo cierre, o esté trabajando en su propia rutina.
Día nublado, aunque no por eso una excepción. La resolana se atenúa por gruesas cortinas sintéticas que cuelgan hasta casi rozar el suelo.
Ningún otro ruido, ningún otro sonido; tan solo los dos clics y la pausa y los dos clics y la pausa que se repiten infinitamente.
Un adulto- o un niño, dependiendo el siglo en que esto esté leido- de ojos irritados y boca abierta. Tiene la mirada fija en un monitor. Dentro de él una ventana con las tres opciones: "Piedra", "Papel" y "Tijeras".
El cursor se mueve hasta la opción "Tijeras". Automaticamente el programa lanza una respuesta al azar: "Tijeras". Y luego otro cartel "Empate: ¿Desea volver a jugar?".
El cursor se mueve hasta el "sí".
Dos clics - pausa- dos clics- pausa...-
Quizás siga hasta la hora de la comida.
Y si bien es imposible escribir más de una frase a la vez, durante todo momento del relato se deberá imaginar los dos clics y las pausas, y aún cuando dé vuelta la página de este libro, lo cierre, o esté trabajando en su propia rutina.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)