Día nublado, aunque no por eso una excepción. La resolana se atenúa por gruesas cortinas sintéticas que cuelgan hasta casi rozar el suelo.
Ningún otro ruido, ningún otro sonido; tan solo los dos clics y la pausa y los dos clics y la pausa que se repiten infinitamente.
Un adulto- o un niño, dependiendo el siglo en que esto esté leido- de ojos irritados y boca abierta. Tiene la mirada fija en un monitor. Dentro de él una ventana con las tres opciones: "Piedra", "Papel" y "Tijeras".
El cursor se mueve hasta la opción "Tijeras". Automaticamente el programa lanza una respuesta al azar: "Tijeras". Y luego otro cartel "Empate: ¿Desea volver a jugar?".
El cursor se mueve hasta el "sí".
Dos clics - pausa- dos clics- pausa...-
Quizás siga hasta la hora de la comida.
Y si bien es imposible escribir más de una frase a la vez, durante todo momento del relato se deberá imaginar los dos clics y las pausas, y aún cuando dé vuelta la página de este libro, lo cierre, o esté trabajando en su propia rutina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario