Su
mirada se perdía en el cielorraso corroído por la humedad de la casa, la
humedad de Algunviento.
Una
pluma negra, como de cuervo se desprende de su áspera piel. La brisa decide
llevársela volando hasta la boca de alguien en el suelo, alguien que prefiere
el frío del suelo antes que el caluroso contacto de las sábanas.
-Te vas
a desplumar entero antes que llegue el otoño.
El
silencio le respondió. sabía que lo escuchaba y aún así, callaba.
-¿Sabés?
Si esta misma pluma viene a mí en la calle, yo me la saco de encima y sigo
caminando.- dejó un espacio de silencio para ver si el comentario generaba
algún tipo de respuesta en el cuervo-humano.- Pero el que sea tuya cambia las
cosas. Lo mismo pasa con los cigarrillos y los caramelos; son todos exactamente
iguales: uno los puede perder y al comprar el siguiente paquete lo olvida.
Un
ventilador oscila en alguna otra pieza y la luz lentamente comienza a bajar,
delatada por unos finos hilos de luz que entran por la ventana y comienzan a
subir.
-En ese
sentido compadezco a las hormigas; cualquiera de ellas es perfectamente
reemplazable, cuando entran al hormiguero es imposible saber si vuelven a
salir; no se las puede distinguir del resto ni ponerles correa para
diferenciarlas...
Su
voz se trabó como queriendo seguir argumentando, pero las palabras ya se le
habían agotado. Calló, agarró la pluma con dos dedos de su mano izquierda y
comenzó a deslizarla suavemente por su propia boca. De repente, de la cama se
escucha una voz:
-Hasta
que encontrás a una que se llama Funes.
-Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario