domingo, 29 de julio de 2012

Ferretería

  Un negocio vacío. Su frente: de cristales con empapelados con propagandas ya descoloridas por el hurto del sol. La persiana no baja completamente, los mecanismos averiados por el contínuo desgaste y la falta de aceite la dejaron imperturbable a mitad de camino. El único sistema de seguridad que permite que no saqueen el lugar, es la absoluta falta de mantenimiento de los materias: tuercas, clavos, tornillos y demás; estaban corroídos hasta su centro: En el fondo de algunas cajas -aún sin guardar- las goteras habían formado lagunas de óxido. El auricular de un teléfono sobre la mesada, cuelga cual ahorcado podrido y olvidado en la cuna de su muerte.
  La puerta -también de vidrio- que da a la calle, no tiene el cerrojo puesto. Y ante esta sorpresa surge la pregunta de por qué a nadie se le habrá ocurrido nunca -tal vez por mera diversión- el intentar abrir la puerta. Y es aquí cuando usted, querido lector, cae en el hecho de que le mentí al comenzar el relato, ya que el sitio posee, además, otro sistema de seguridad; la ciudad está completamente desierta desde aquél incidente.

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