martes, 22 de mayo de 2012

Desnudos

  El esqueleto de un paraguas se anuda en la ventisca y rebota contra los adoquines lustrosos de humedad. Pies en movimiento; entumecidos e insensibles al bajorrelieve. Manos que acarician el poliéster, temblorosas.
  Al subir a la vereda, ojos ven gotas aisladas por brillante grasa de motor. Suelo resbaloso y en pendiente.
  Cientos de pequeñas hojas dan una idea de la forma que puede tener el viento. Nubes altas, transformadas en la tapa de una caja de cemento.
  Una fina llovizna es molesta a la piel. Continua. En algún lado, cerca, llueve más intensamente. Se escucha el sonido de las gotas al golpear contra las copas de los árboles, al destruirse contra unas chapas de zinc a punto de soltarse. También el ruido del viento, al llegar al fin de una calle cortada y estrellarse contra el frente de una casa. Ventanas que se abren, se cierran, se abren... Un estruendo y un chasquido metálico las cierra para siempre.
  La suela de unos borcegos aúllan contra granuladas baldosas; los cordones barrosos y deshechos de ser pisados.
  Volantes de un evento pasado se confunden entre las hojas en el aire; uno viaja hasta la salida de un desagüe, donde acaba su planeo. Se deshace.
   Una bolsa arrastrada por la corriente, se prende a una rodilla. Resiste encallada.
   Una mano la aparta y continúa su vuelo...

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