Camino por la orilla del mar de arena,
y veo una casa derribada.
Y entre las maderas,
un cuerpo que junta los pedazos.
Intento gritar consejos,
me desespero;
tengo prohibido pisar tierra.
En el océano las casas son de sal,
ausentes de muros...
Algo en esa destrucción me llama a querer.
Mis pies,
que siempre acariciaron la superficie del mar,
ahora se pierden en ella y temen,
lentamente.
Sigo contemplando el ser entre sus restos,
mientras el agua me sube por las piernas,
o yo bajo hacia ella,
impotente.
Siento por vez primera,
el agua fría,
en mis huesos.
Y mis ojos en ultimo lugar,
que llegan a vislumbrar por última vez,
la minusválida figura.
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