La lluvia intensa de sal,
quema la piel y no lava.
Mi casa ya no esta acá,
es una balsa que hoy no me espera.
Los rayos del sol,
me queman la vitalidad.
Lucho con fuerza,
pero las cadenas no me dejan respirar.
Montaña de cuerpos,
con dulce olor,
me abrazo a ellos y confieso mis miedos,
cuando el aterdecer empieza a desaparecer...
El dolor se viste de sueño,
extraño fin para tu orgullo.
Las capas de hojas te pesan,
y tu boca entreabierta se seca.
Un gato maulla en la terraza...
y este triste poema,
sin final feliz.
Me gustó.
ResponderEliminarSobre todo porque no está la idea esa de que siempre sale todo bien, que hoy en día está en libros, películas, y si sigue así, la semana que viene va a estar hasta en el desodorante ¬¬
Un saludo.
Agustín.
en realidad me parece que el final no existe, porque ese final no parece un final, porque nada termina en realidad.
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