Cada día, en la parada del amarillo, Escalada acumula sus sombras y las hace fundir en forma de mujer; Alcira. De ojos soñadores, algo asustados, pero unas piernas retorcidas como hiedra.
Y allí va Joaquín, su sumiso, que la ayuda a subir la escalera, y preserva su orgullo dejándola sola después. Joaquín, que la ama y espanta sus fantasmas; que lleva un paraguas para los días de lluvia, y los de sol también.
Alcira despide a su sumiso en la estación, y esta historia, tan repetida que podría hacer al cuento, novela y a la novela eterna.
O hasta que en un descuido, Alcira termine bajo las ruedas del amarillo, o se haga ángel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario